martes, 23 de marzo de 2010

El jardín de las Hespérides ( 2ª parte)


Calles empinadas, estrechas, azul y blanco, blanco y azul, una mirada esquiva en la ventana de alguien que nos vigila. Susurros, palabras ininteligibles, un niño jugando en la calle, otro montando en bicicleta.

-Eritia hasta aquí, no más, estás entrando en la Medina….vayamos al zoco, ya volveremos.

Al intentar volver por nuestros pasos, las calles habían cambiado, azul , blanco y ocre, el color de la tierra, olor a hierbabuena y a cal, los sentidos se agudizan y el olfato trae, poderoso, los recuerdos vividos……

Sabemos que estamos muy cerca.

-Un intento más y lo dejamos, dije.

La mirada esquiva ya no era tal, había grupos de personas que nos miraban con descaro y sabíamos que hablaban de nosotros.

Mi hijo bajaba la cabeza, podía oir como latía su corazón.

Los niños que antes jugaban en la calle sin prestarnos atención ahora nos seguían, a tres pasos nuestros, realizaban nuestros mismos movimientos tímidos, paraban cuando parabamos, andaban a nuestro ritmo….

- Miguel, creo que estos niños quieren jugar contigo, hazles un gesto de complicidad, sonríeles y espera su respuesta.

- Mamá por favor haz caso y salgamos.

Y allí apareció otro Miguel, sonriente bajando en bicicleta con la bolsa cargada de naranjas colgada del manillar, que nos llevo directamente y a paso rápido en busca del objetivo.



Sus ojos mirando al mundo eran los mismos que yo conocía tan bien, tres pasos más y a la izquierda, ya está, las gitanillas colgando de la ventana, la torre con el minarete mirando al puerto… la casa donde nació y vivió su padre, las emociones a flor de piel y la mirada esquiva de calles atrás, se convirtió ahora ya segura de que nadie podía andar por allí, si no fuese porque buscaba algo. Se acercó y preguntó.

-¿Quién eres?
-¿Quienes son tus padres?

El resto ya lo podrán imaginar, los grupos de mujeres ya se hicieron ahora visibles, hospitalarios y cercanos, como son ellos. Los recuerdos que no eran míos nos inundaron a los tres.

Miguel, jugó con los chavales, cogió sus bicicletas y se movió por esas calles que al principio se nos resistían como si hubiera nacido allí…

Mi marido se reencontró con los momentos vividos y yo, abracé esta tierra como mía, tan mía que cuando tuve que elegir mi nombre para este espacio elegí el nombre del mejor jardín de Larache: El jardin de las Hesperides.


Fueron tres días inolvidables para todos, sentimos de una manera especial el participar en la cultura y las esencias de esta histórica ciudad, viva, muy viva.


-Hassan te equivocaste de hora, nuestro barco sale a las ocho de la tarde y son las once de la mañana.

- No, no equivoco, quiero que tu tranquila, llegarás a la hora al barco, yo espero, no problema.

Hassan esperó por nosotros hasta las seis de la tarde sentado en la terraza del hotel España.

Miguel en la despedida giró su cabeza mientras decía adiós a sus nuevos amigos y comentó lo rápido que había pasado el tiempo. El sol en esa tarde de primavera bajaba hacia la línea que separaba el mar atlántico de un cielo dorado.


Larache.

Bella y esbelta
mirando a su delta.
De peineta sus alminares.
Su rostro, por Helios besado de día
y de noche alabado por Selene.
En su pecho, amor eterno
y mezcla de confesiones.
Su falda de jardines.
Un pie en frondosa tierra
y el otro, en azul de los mares.
En las Hespérides su templo de flores.
En los meandros de su río,
el camino de las veleidades
De allende los mares.
Esta es nuestra villa,
esta es mi Larache.

Mohamed Sibari (poeta y escritor en español de Larache)


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