sábado, 20 de febrero de 2010

El Holandes Errante

Un mar embravecido, olas encrespadas y la tormenta devastadora que empuja contra las rocas todo lo que encuentra a su paso.

Una mujer sola, abatida, desesperada, esperando lo que nunca llegará, o tal vez si?, pensamientos entremezclados, suavidad en sus formas, locura en sus expresiones.

Y la música acompañando el escenario anterior, magistralmente, interpretando sentimientos, pensamientos, obsesiones, esperanzas y recuerdos...

Jamás había escuchado hablar mejor a la música, jamás escuché interpretar mejor los pensamientos y sentimientos de alguien para trasmitirlos al resto de la humanidad.

Así comienza la opera El Holandés Errante de Richard Wagner.



No hay muchas oportunidades en mi ciudad de asistir a la opera, esta semana tuve la gran suerte de asistir a la misma gracias a la gira que la Opera Checa de Praga está realizando por nuestro país.

Aún sigue dándome vueltas en la cabeza la fuerza de la música de este gran compositor.
Me encantó, la verdad, me dejó sin palabras, la opera es uno de esos espectáculos que creo que jamás deja indiferente, independientemente de que guste o no, de que la elección de la obra sea la más adecuada y de que los interpretes sean más o menos famosos o conocidos.

Me dejé transportar durante casi tres horas por el espectáculo y aún sigo, varios días después bajo su influencia.

Asistimos a la misma con mi hijo, que acudía por primera vez. Me encanta abrirle el mundo a sus ojos, casi tenía inicialmente más interés para mi ver sus reacciones, que lo que yo pudiera disfrutar con la obra. Confieso que poco a poco me fui olvidando un tanto de él y me metí tan dentro que ya veis aquí estoy contándolo. No se muy bien si la elección de la opera para iniciarle fue la adecuada, posiblemente no, pero son esas cosas que él a lo largo de los años recordará. Estoy segura de que le aportará esa sensibilidad para las artes, en general, que tanto deseo para su enriquecimiento personal.

Me agradó compartir butaca con jóvenes de veinte años, gente mayor, grandes apasionados de la opera, y algún que otro niño. Me sentí bien en un acto que antes era un tanto elitista y ahora cada vez más, es popular. Brindo por ello.

Y hablando de popular y para cambiar de tema, esta semana que ha sido movidita también tuve la gran suerte de darme eso si un baño popular en la fiesta del pueblo por excelencia asistí a los carnavales de Cádiz. Grande, grande. Niños, jóvenes, abuelos disfrutando de la gran fiesta de la vida, el color, las risas, la música y la alegría con desmesura configuran ese espectáculo magnifico que es la calle y sus gentes.

Os pongo la obertura de la obra aunque no es por la ópera Checa de Praga y os recomiendo para los que os apetezca leerme la escuchéis al mismo tiempo.

Por supuesto os dejo una foto de mi Cádiz.