martes, 13 de julio de 2010

Ningún jugador es tan bueno como todos juntos


Vaya por delante que este post, no es sobre el mundial. Vaya por delante que no entiendo nada de futbol y vaya por delante, por último, que no soy de ningún equipo salvo del de mi hijo; fútbol base y modesto.

Confieso que no soy capaz de emocionarme y vibrar más que cuando veo jugar a Miguel, ahí si grito, canto, salto y animo a los niños. A veces, hasta he llorado viéndoles jugar. Pero eso no es valorable, no es objetivo, es amor. Tanto, tanto no entendía yo de futbol, que cuando comenzó a jugar creamos juntos, los dos, códigos propios para que no metiese la pata cuando el jugaba y yo gritara, diciendo tonterías tales como ¡Sube! cuando en el lenguaje de fútbol era precisamente, bajar. Jamás conseguí entender en que consistía el fuera de juego y otras muchas reglas que los que dominan esto manejan con una soltura que yo admiro.

También vaya por delante que me cuesta mucho sentir esa pasión que sienten la mayoría de los ciudadanos en este momento; No tengo sentimientos patrióticos, regionalistas o localistas. Suelo ser crítica con los radicalismos en general, porque no soy capaz de comprenderlos.

Como sabéis soy salmantina y aquí vivo. En los últimos tiempos desgraciadamente cada vez que saltaba una noticia de mi ciudad al ámbito nacional me provocaba vergüenza sobre el papel que los dirigentes locales de mi ciudad ofrecían al resto del país, léase el asunto del Archivo Histórico y los papeles de la Guerra Civil en una batalla con Cataluña, absurda, ridícula e impropia en los tiempos actuales. Siempre pensé sobre que se pensaría de los ciudadanos salmantinos, en otros ámbitos, al ver esas imágenes sonrojantes, con manifestantes en la Plaza Mayor más típica y propia de otros siglos, de una España negra y fascista, en ese ejemplo de la vocación ultramontana de la derecha española.

Pero no amigos, los ciudadanos salmantinos no son mayoritariamente así. Hoy me siento feliz porque la ciudad de Salamanca está representada por la persona de Vicente del Bosque que ha saltado a primera página por algo magnífico. Sí, por haber ganado el mundial también, pero sobre todo por que esa persona que representa una forma de ser, una forma de actuar y un estilo de vida basado en valores, basado en actitudes tan, parece, pasadas de moda entre la gente guapa, la que durante muchos años ha sido referente de esta sociedad y que la ha hecho un daño tremendo.

No voy a hablar mucho más de él, mi hijo se inició en el futbol en una escuela que durante el verano organizaba un campus del fútbol patrocinado, entre otros, por Vicente del Bosque y la asociación Aviva para discapacitados a la que él pertenece. Ni un solo año Vicente dejó de dedicarles una mañana a estos chicos, estar con ellos, charlar, jugar y potenciar la integración de los niños con menos capacidades.

En la habitación de mi hijo figura colgado el primer diploma que le entregó con seis añitos y el lema que da título a este post, no se si la frase es de él o de Alfredo Di Stefano, da igual en cualquier caso, la hizo suya y así se lo trasmitió a los niños. Fiel reflejo de lo que hoy, todos han podido conocer sobre este singular personaje.

Apuesto por gente como usted. Hoy me siento orgullosa de que el saber y la inteligencia está por encima de algo, repito, que parecía una bandera de este país en los últimos años; El ser bocaza, la chulería y los hijos de p… proliferaban demasiado.

Estos días, tengo a mi hijo jugando en Vitoria, la Gasteiz Cup, no pude ver con él la final, esta tarde jugó su primer partido, me llamó para decirme que habían ganado 4-1 y que él metió un gol, según me dice dio en un palo y cedió otro a un compañero que no había marcado.

Algo has aprendido en tu escuela. Nunca llegarás a jugar en un equipo de primera, pero tú, eres un jugador de primera.