miércoles, 25 de noviembre de 2009

A Pilar, María, Josefa, Cristina, Julia, Helena………..



María, tienes que intentar sacar poco a poco ese dolor de tu corazón.
No puedo
Es bueno que hables de ello, porque no quieres contarlo?
No quiero que me hagan más daño
Pero recuerda tu eres la victima
Por eso, esta sociedad se ensaña con las victimas, solo tienen cabida los triunfadores y yo no quiero mas dolor.
Silencio…………….


Dos, tres, cinco años....., después de haber pasado por los peores momentos de su vida, pero las secuelas siguen ahí, seguramente para siempre, incapacitadas para volver a tener una vida normal.


Para otras muchas desgraciadamente fue mucho peor.


Dedicado a las miles de mujeres que sufren diariamente maltrato y violencia de género.



Mi recuerdo a todas y mi cariño para las demás. 
 
 
 

jueves, 12 de noviembre de 2009

LA REBELION DE LOS PEQUEÑOS Y UNA SITUACION EXTRAÑA



Quizás no os deis cuenta cuando me leáis, pero hoy no os escribe Eritia, os escribe su hijo, de 14 años de edad.


Como narro en mi título es una situación extraña, dado que es la primera vez que escribo en un sitio como este, no creo que sean muchas, pero todo tiene un principio y un fin y este es mi debut, como se dice en termino futbolístico en este mundo de las nuevas tecnologías y los blogs.


La otra parte del titulo corresponde a la rebelión de los pequeños, un tema del que me gustaría hablar. Se, que a la mayoría de los lectores no os gusta el fútbol, pero a mi sí.


Así, que para hacer esto un poco más ameno contrastando las noticias de este deporte, con temas actuales e históricos.


Como narra un texto de la Biblia,(del que ahora no me acuerdo), un día se enfrentaron dos personajes, uno muy pequeño y liviano y otro grande y forzudo.
Eran David y Goliat, y contra todos los pronósticos el liviano David venció al fuerte Goliat, no con la fuerza, sino con la astucia.


Otra vez, un ejercito de escasos espartanos, detuvieron al imparable Gerges y su caballería en el paso de las Termópilas, un hecho contra natura, al igual que David y Goliat, narrado en la película 300.


En estos casos los pequeños que han ganado a los grandes, han acabado siendo unos héroes importantes en la historia y esto es lo que enlazo con el fútbol.


Todos conocemos al Real Madrid, (mi equipo en particular), ese equipo que se ha encargado de gastarse 300 millones de euros en contratar a personas, iguales que todos nosotros, solo por el mero hecho de tenerlos en su equipo de Galácticos.


La gente estaba ilusionada por el conjunto de jugadores que reunía su equipo, y esto se oía por las calles: “ ! Este año ganamos el triplete¡ ¡ Somos invencibles!, decía la gente . Y no hablamos de los periódicos favorables al Madrid.


Pues bueno, ha pasado lo siguiente: el año pasado, el Real Unión de Irún, y este año el Alcorcón han derrotado en la Copa del Rey, al terrible Real.


Esos jugadores se han convertido en héroes, que probablemente no formaran parte de la historia para todo el mundo, pero que como hicieron David y los Espartanos, han derrotado a los invencibles y se han colado en el grupo de “ LA REBELIÓN DE LOS PEQUEÑOS”


Salu2.
 
 
 
 

domingo, 8 de noviembre de 2009

MI JARDIN ZEN II



Muchas veces he reflexionado, sobre como las casualidades se convierten en hechos fundamentales en la vida de las personas, y profundizando un poco más, casi me atrevería a pensar que nuestras vidas en muchos casos se deben a la casualidad. Por supuesto, esto dicho así podría resultar un análisis excesivamente simplista sobre la vida y sus aconteceres. Soy consciente que la programación de nuestras actividades, la familia, los entornos etc. son fundamentales en la vida de cualquier persona, pero reivindico la casualidad como algo más que lo simplemente anecdótico en la vida de la gente. Al menos en la mía, y en algunos aspectos de ella, podría decir que se ha forjado en torno a las casualidades.

Esto viene a cuento de cómo se conformó “Mi Jardín Zen”, fruto ciertamente de una serie de hechos, pero quiero rendirle también su valor a la casualidad. Gracias a ella mi jardín existe y tener un jardín zen para los que os hayáis acercado algo a lo oriental sabréis que no es un mero “marco estético” o una “moda”, conlleva mucho más.

Retomando la historia anterior, decía que pasado el verano, me propuse transformar mi jardín. Mi marido se enganchó inmediatamente a la idea y entre los dos, nos lanzamos a buscar el diseño
ideal del mismo, leímos, investigamos y por fin, decidimos como debía de ser.

Teníamos un largo trabajo por delante, había que desmontar el jardín anterior, levantar el césped, sacar tierra, preparar la base para cimentarlo y que éste no fuera arruinado posteriormente por restos del anterior.

Yo, que dispongo de poco tiempo, y no soy muy dada a obras en la casa, me pareció complicadísimo, pero mi marido que en esos momentos andaba bastante por casa y no precisamente pasando uno de sus mejores momentos, decidió, que lo haría él y que no precisaría ayuda de nadie para realizarlo, consideró que el momento era idóneo y que el esfuerzo físico sería un bálsamo.

Claro, él no sabia en lo que se estaba metiendo, ni yo tampoco.

Había que desmontar el jardín anterior y rebajarle unos cincuenta centímetros la altura de tierra para que quedara al nivel deseado.

Nadie puede imaginarse lo que es reducir cincuenta centímetros de altura a un perímetro de sesenta metros, de allí empezó a salir tierra y más tierra, primero había que picar, después introducir toda esa tierra en bolsas, cargar con ellas, y depositarlas en el contenedor contratado al efecto.

Me arrepentía tanto de mi propuesta viendo el trabajo que estaba dando, que en más de una ocasión, estuve a punto de tirar la toalla, o contratar a alguien para que hiciera el trabajo. Pero no, queríamos que fuera algo nuestro, o, mejor dicho algo mío. Malditos topillos maldecía para mis adentros continuamente. La que me han liado.

Una de esas mañanas en que mi marido cavaba le observé sin que se percatara de mi presencia, contemplé su imagen autista, trabajaba con una actividad tan inusitada que me causaba dolor. Pensé, no sé que hace. No sé si entierra malos momentos o labra tiempos futuros. Porqué me habré metido en esto? Me sentía tan culpable del gran esfuerzo que realizaba, que ya no me planteaba ni una sola modificación al proyecto inicial, aunque pensara que podría quedar mejor de tal o cual manera. Yo no decía nada, solo deseaba que llegara el fin de semana para poder colaborar con él y liberarle un poco de la terrible carga en la que le había metido.

Y así lo hicimos los fines de semana al alimón, picábamos, cargábamos y extenuados, parábamos cada hora para tomar un café o simplemente fumarnos un cigarrito…

Fue por el mes de Abril cuando quedó preparado el terreno para el diseño final. Uff… por fin.
 
Decidimos realizar una superficie de madera que nos sirviera como solarium y cenador con el jardín al fondo.

Al tiempo, empecé a preparar lo que más disfruto. Planifiqué una fiesta con nuestros amigos para darle la bienvenida al evento y al próximo verano. Fiestas, que son ya tradicionales en mi casa. Recibimos de este modo la época que más nos gusta, siempre de manera anticipada, en primavera, para hacernos creer a nosotros mismos que el verano llegará antes si siempre realizamos el rito. Tonterías mías, pero disfruto casi más con los preparativos, casi no, mejor dicho, sin casi, que con el evento en sí. Soy de puestas en escena, el mise en place, ya lo habréis notado.

Todo estaba dispuesto, mis amigos habían recibido un mail cada uno con una fecha y una invitación, no sabían nada de la remodelación, iba a ser una sorpresa, solo habían recibido unas pequeñas instrucciones para el evento y que no se sintieran fuera de lugar, a ellos también les gusta la parafernalia de los acontecimientos y están acostumbrados a este tipo de iniciativas.

El jardín estaba precioso, mi marido decidió que tanto esfuerzo, voluntario por su parte, era su homenaje a mí y a mis gustos, reconozco, un tanto caprichosos. Yo, me sentía orgullosa. Decidió inmortalizar el evento con un texto y una reflexión en grafía japonesa, en Kanji e Hiragana.


Una tarde, a principios de Mayo, habíamos ido a recoger a nuestro hijo al campus donde entrena, y empezó a llover levemente, otra vez, mi intuición me jugó una mala pasada, decidí irme inmediatamente a casa y pedí a mi marido que se quedara esperando al niño.

Llegar a casa ya fue una autentica odisea, comenzó a llover de tal manera que no conseguía ver la carretera, al llegar, lo primero que hice, fue bajar al jardín y me quedé contemplando como la fuerza de la naturaleza iba a hacer estragos.

Curiosamente suelo perder los nervios ante situaciones de este tipo, pero esta vez no fue así.

Me quedé en una esquina, contemplando el desastre, mi jardín iba quedando anegado por el agua y no había posibilidades de hacer nada. Había cincuenta centímetros de agua, las maderas flotaban, y el jardín zen, mi jardín, había desaparecido.



¿Qué me estaba pasando? Inmediatamente volvieron a mi cabeza las imágenes, otra vez el horror, ¿Por qué me ocurre esto a mí? aquí, jamás llueve de esa manera, y cuando ha llovido fuerte, nunca mi casa se ha visto afectada.
Decidí que esa “casualidad” de nuevo no podía por menos… que significar algo.

Bueno, esa noche acabamos a las tres de la mañana junto con otros vecinos que también estaban afectados más los bomberos, desalojando agua y echándonos todos unas risas junto con una copita de whisky.

La fiesta, claro que no la pudimos realizar ese año, pero si al siguiente. Reconstruimos de nuevo el jardín y el resultado lo tenéis en la foto.

Ahora, las tardes de verano me refugio de nuevo en él, tomo el sol y leo. Algunas noches, nos tumbamos los tres en la plataforma de madera y contemplamos las estrellas. Si, decididamente era lo que siempre había soñado para este trocito de tierra, y eso si, de vez en cuando no puedo por menos que quedarme quieta y muy callada, por si acaso alguien, de nuevo, se pone frente a mi y me mira a los ojos.
 
 
 
 

miércoles, 4 de noviembre de 2009

MI JARDIN ZEN I



Vivo en una pequeña urbanización del área metropolitana de la ciudad, es una de esas urbanizaciones compuesta de chalets adosados con un pequeño jardín.

Yo tenía un jardín coqueto, con flores y césped. Nada especial, bastante común, infrautilizado eso si, debido a la climatología de mi ciudad, que no permite utilizarlo más allá de tres meses al año.
Durante las tardes de verano solía estar en él tomando el sol tranquilamente al tiempo que leía un libro o simplemente cerraba los ojos dedicándome a pensar, soñar o simplemente dejar que el tiempo pasara suavemente.

Hace dos años ocurrió algo, en Castilla-León hubo una gran plaga de topillos, si, esos pequeños ratoncillos de campo, inofensivos y de carita simpática, pero que se dedicaron a fastidiarme durante todo el verano. Me explico, tengo autentico pavor a los roedores, más que por el animal en sí, por las connotaciones psicológicas que en mi provocan, los identifico con enfermedad, suciedad, abandono y con la muerte.

Visto el panorama me dediqué con ahínco a proteger la casa y el jardin de la terrible plaga a la que nos enfrentábamos y que era visible en carreteras, caminos etc., jamás dejábamos una puerta al exterior abierta y nos protegimos con mosquiteras ,herméticas, para impedir su entrada.

En el jardín puse todo tipo de cebos, ratoneras… En definitiva, todo lo que la sabiduría popular y las nuevas tecnologías me aconsejaban. Esto llegó a ser una gran obsesión para mi, hasta el punto que me producían pesadillas, terrores nocturnos y un gran malestar. La tranquilidad se había roto.

Una tarde, decidí armarme de valor y bajar a tomar el sol, fue una costosa decisión, tome todo tipo de cuidados tales como tumbarme en una hamaca bastante alta, y por supuesto no pisar jamás con los pies desnudos ninguna parte del jardín. Después de todas estas precauciones me dispuse pues, a leer tranquilamente, eso creía yo, el libro que en aquel momento estaba en mis manos.

Curiosamente el libro era Pompeya (Robert Harris), qué casualidad, todo se ponía en contra mía; pasajes de destrucción, ruina, muerte y desolación. Me hice la fuerte e intente concentrarme desoyendo los mensajes que mi cerebro llevaba mandándome durante algún tiempo y a los que yo no quería dar crédito.

En un momento, en el silencio de mi propia concentración, comencé a oir suaves sonidos que no conseguía identificar, paré de leer y sin moverme, dirigí la vista hacia el suelo del jardín. No había nada extraño. Tonterías mías, volví a la lectura y de nuevo, los mismos sonidos.
Definitivamente, voy a tener que empezar a pensar en serio que mi grado de obsesión puede llegar a ser patológico.

Y entonces ocurrió. Levanté de nuevo la vista y contemplé como un pequeño ratoncillo estaba parado frente a mí y me miraba con osadía, con provocación, no se si quería ser mi cómplice o me estaba jugando una mala pasada. No pude reprimir el grito que seguro a él le asusto ya que inmediatamente corrió hacia su refugio.

Él, no se si del susto se atrevió a volver a salir, pero yo no volví a bajar a mi jardín.

A mediados de octubre le planteé a mi marido la decisión de remodelar totalmente el jardín de cara al próximo año y debido al calvario por el que estaba pasando, decidí después de darle muchas vueltas que convertiría mi jardín en “Mi jardín Zen”, esta decisión cubría dos objetivos mi gusto creciente por lo oriental y la búsqueda también creciente de la espiritualidad e interioridad a la que me estaba acercando.

A partir de aquí fue ponerse manos a la obra, pero esa, que es otra peripecia, lo contaré en una segunda parte.