Domingo de invierno. Frío, mi madre y mi hermano regresan al mediodía, habían marchado dos horas antes a un sorteo, eso es lo único que sabía, era el año 75. Yo, la pequeña de cuatro hermanos, no sabía muy bien que estaba pasando. Mi madre entra en casa con la cara demudada, llorando y muy nerviosa. Mi hermano la consolaba sin conseguirlo. Pregunto que ocurre, mi madre gritando me dice: Tu hermano se va al Sahara. No sabía que era el Sahara, intuí que aquello era muy grave, pero ingenua e inocentemente dije: Entonces, ¿ese es el premio que le ha tocado en el sorteo? Recibí una mirada que me dolió más que si me hubiera soltado una buena bofetada.
Mi hermano se fue a hacer la mili al Sahara, era el último reemplazo coincidiendo con la Marcha Verde. Acababa de morir Franco y mi madre conocedora de la situación política vivió desquiciada todo aquel tiempo. Mi casa nunca volvió a ser la misma, la tristeza y el nerviosismo se apoderó de ella.
Para mi hermano, supongo tambien, que aquello debió de ser duro, muy duro, pero nunca dijo nada al respecto. Jamás habló de lo que vivió allí. Su vida cambió para siempre, a los ocho meses tuvo que ser trasladado de urgencia a un hospital de Canarias, le habían contagiado de una hepatitis con una de esas vacunas que les ponían habitualmente. Ese hecho le mantuvo durante un año en cama y secuelas para el resto de su vida. No tuvo que volver a El Aaiun, pero pasó el resto de la mili de hospital en hospital.
Decía antes, que nunca contó lo que vio y vivió, pero debió de sufrir. A partir de entonces mi hermano se sintió, y así continúa, muy cercano a la lucha que mantiene el pueblo saharahui y el Frente Polisario.
Le admiro. Le admiro mucho, es de ese tipo de personas que hace y dice poco de lo que hace, justo lo contrario de la mayoría que dicen mucho y no hacen nada. Su solidaridad con ese pueblo no ha quedado solo en acoger a niños en verano. No. Ha sido más, pero eso tampoco lo cuenta. Ayer hablamos de la situación actual en el Sahara, le pregunté sobre ello y me contestó que las familias con las que ha mantenido un contacto especial están ya todas en España, haciendo su vida, trabajando y estudiando, pero que esas familias tienen a su vez, más familia. Que mal me siento, yo soy de las que hablo y no hago.
Haciendo zapping, veo a Elsa Punset en El Hormiguero, si, ahí, yo también aluciné, ¿Qué hace en este programa? Luego reflexioné. Si, está, ¿por qué no va a estar? Me quedé unos minutos, luego ya no lo pude soportar más, hablaba sobre la venganza y los efectos de la misma sobre las personas que sentían esos deseos. Intentaba demostrar científicamente lo malísimo que es vivir con esos sentimientos. Finalizaba diciendo que al final si practicabas la venganza era muy malo, terrible, porque tendrías un enemigo más, como si el que te hubiera hecho antes la faena hubiera sido tu amigo. No pude aguantar más, me volví a preguntar sobre los méritos más allá de los apellidos para dirigirse “urbi et orbe”.
Acudí a una reunión con el tutor de mi hijo, me dice que todo va genial, que es un chaval brillante y que sus notas están todas por encima de notable. Nos pregunta que carrera va a estudiar y dónde. La fastidiamos, dijimos la verdad, inmediatamente pude ver su gesto contrariado, recogí velas rápidamente y dije que aún no lo tenía claro, que faltaba dos años, evasivas, para evitar…. Evitar. No es conveniente hablar claro, le perjudicaré. Otra vez me sentí mal, porqué no decirle que no estudiará aquí, que odio las capillas y las castas universitarias, que la Universidad de Salamanca no es ni de lejos lo que fue, que se la han cargado, que los grupos que pululan por ella y que contienden a muerte cada vez que hay que elegir rector están a lo suyo. Duele, eso duele hay que defender lo que tenemos, y mantenerlo a toda costa como no, es lo nuestro, lo de siempre. Horror.
Y hablando de castas, capillitas, familias, como queramos llamarlas, me sorprendo mientras escribo con una noticia: El espacio aéreo está paralizado, la familia “controladora” hizo su huelga salvaje. Los señoritos de mínimo 300.000 al año, querían darle en el morro y bien fuerte a la otra casta, a la política, pero no, no se la han dado a ella, nos la han dado a todos. Ya, sé que era un puente y que habrá algunos que pensarán que al fin y al cabo los que marchaban de vacances son unos privilegiados. Pero no, no es eso, nos han puesto a los pies de los caballos, nos han convertido en el hazmerreír de todo el mundo. Ya. Sé también que realmente somos eso ante el mundo, pero estos capullos no tienen derecho, ningún derecho a poner patas arriba a este país. Si alguien tiene derecho a ello a `poner todo patas arriba, son los que realmente lo necesitan, los que no llegan a fin de mes, los que no tienen trabajo ni perspectivas, los chavales que tendrán que dejar de estudiar porque sus padres no podrán pagarles sus estudios, los chicos que tendrán que irse de éste país a trabajar porque aquí no tienen sitio. Este gobierno necesita que alguien le ponga contra las cuerdas, pero estos no. Estos no.