miércoles, 17 de marzo de 2010

Mis cafés con Ana II (y alguien más)



Aún no había acabado de comer cuando comenzó a sonar Summercat la melodía en el móvil que identifica a Ana.

- ¿Podemos quedar esta tarde?
- Si, claro dame un ratito aún estoy comiendo.
- ¿Podrás tener toda la tarde libre?
- En principio no, pero si es necesario puedo arreglarlo.
- ¿Nos vemos donde siempre?
- Ok.

-Hola Ana, ¿ocurre algo?

Ana y yo solemos, ya lo sabéis, quedar casi todas las semanas para tomar café y charlar un ratito, en los últimos tiempos como casi siempre yo hablo mientras ella escucha. Otras veces, tengo que sacarle las palabras con sacacorchos pero no importa, su rostro suele reflejar sus estados de ánimo como nadie. Con solo verla a lo lejos en la cafetería puedo predecir como está ese día o como le han ido las cosas desde que no nos vemos.

Hoy, cuando llegué la vi sentada como siempre en nuestro rincón favorito, jugando con la cera de las velas, realizando diminutas bolitas y componiendo con ellas pequeños círculos, para después intentar formar de nuevo con el calor de sus manos una bola más grande.

Sin embargo, algo me decía que esa no era una tarde más, había cambiado el color de su pelo y lo llevaba recogido en una coleta alta, poco habitual en ella, se había maquillado ligeramente, pero de forma muy cuidada, y llevaba una cazadora vaquera de color gris, que no le conocía, su aspecto me hizo pensar que algo bueno había ocurrido y que su estado de ánimo era mejor que en los últimos tiempos.

Nos saludamos como siempre con dos besos y pude comprobar que había recuperado un perfume que le regalé hace ya unos cuantos años y que hizo suyo, identificándose tanto con ella que se podía percibir su presencia allí donde estuviera por todos los que la conocíamos, potenciando una personalidad y elegancia natural que de por sí tenia.

-No ocurre nada en especial, me preguntaba si tendrías un poco más de tiempo que en otras ocasiones y había pensado que podíamos realizar un pequeño viaje y tomar nuestro café en un sitio distinto que tengo interés en conocer.

Durante el camino podemos charlar o escuchar música y volveremos pronto como de costumbre.

Nos pusimos en carretera, a las dos nos gusta conducir, en esta ocasión era ella, yo busqué entre los CD habituales y coloqué el que más adecuado me parecía para la ocasión, sonaba Born in The Usa, Bruce nos gustaba a ambas y era el marco perfecto para aquella tarde, lucía un sol tibio de principio de primavera que traspasaba el cristal.

Había esa tarde un halo especial, ninguna dijimos nada pero nuestras cabezas andaban por el mismo sitio, parecía una aventura de adolescentes, tal vez una huida hacia delante, o simplemente ganas de trasgredir alguna norma marcada por la sensatez, la responsabilidad o la edad.

Inmediatamente empezamos a recordar momentos que ambas habíamos compartido años atrás, recordamos nuestras risas de juventud y nuestras pequeñas locuras de adolescentes.

En un momento Ana elevó la velocidad del coche, yo la dejé hacer, 140, 150, 160, venía un enorme camión de frente, Bruce seguía sonando, en ese momento, Ana dijo: cerremos los ojos, fue un segundo tal vez dos, nuestro cuerpo se llenó de adrenalina, gritamos al unísono, abrimos los ojos y nos desviamos al arcén.

El camión paró al otro lado de la carretera, de él bajó un hombre vociferante, asustado y muy nervioso, al vernos calló y solo preguntó si estábamos bien, contestamos que si y le pedimos disculpas por el enorme susto que le habíamos dado.
Lo único que se me ocurrió decirle era que nos acercábamos a tomar café a un hotel próximo y que si quería venir le invitábamos, a cambio le regalaríamos la historia y una buena conversación.


Ana por fin consiguió hacer la bola de cera grande, yo pagué los cafés y nos despedimos.

- ¿Como fue la tarde? Mañana tengo examen de francés ayudame con este ejercicio porfa, se me ha atascado.

Lo miró con delicadeza, sonrío y le pasó la mano por la cabeza.

- Te ayudo, si primero me pones ese disco que tanto me gusta de The Boss.

Como habrán ya adivinado el conductor del camión era Ridley Scott y fuimos nosotras las que le dimos el esbozo del guión para su inolvidable película Thelma y Louise.

6 comentarios:

  1. Mi querida Eritia: Es un buen y simpático relato que juega con el lector. Me ha gustado y me encantaría que lo siguieras haciendo (este tipo de relatos)de vez en cuando.

    Mil besos y mil rosas.

    ResponderEliminar
  2. Que genial Eritia.
    Me he sentido marioneta por tus párrafos.
    Pero me ha gustado mucho.
    Puedes seguir jugando.
    :)

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. En primer lugar gracias por visitar mi blog y dejar un comentario...Decirte que me ha gustado lo que h escrito y que pòr su puesto volvere..un abrazo...

    ResponderEliminar
  4. Hola Eritia, recibí con alegría tu visita por mi rinconcito y vine a visitarte.
    Me gusta mucho como escribes, volveré por acá!
    Besitos

    ResponderEliminar
  5. jo....me encantaba lo que estaba leyendo os veia a las dos, de repente me asusté y sin saberlo vi a Thelma y Louise y penséeeee eeeeh que están haciendo? y luego al final sonreí...me mantuviste en vilo eeeeh

    Muy bien narrado

    Un beso

    ResponderEliminar
  6. En primer lugar gracias por visitar mi blog.
    El relato me ha gustado. Volveré por aquí.
    Besos

    ResponderEliminar