Tarifa 8.00 am
Decidimos coger el primer ferry de la mañana con destino Tánger, tan solo catorce kilómetros separan dos mundos. Treinta minutos en el estrecho, alternativa de vida para tantos, cambios profundos para otros y emociones garantizadas para todos.
Nos dirigíamos a Larache una pequeña ciudad al norte de Marruecos en la costa atlántica.
La mañana, recién llegada la primavera, aparecía cálida, con un viento del sur suave y buenas condiciones en el estrecho. Dispuesta a realizar parte de la travesía en el exterior me situé en cubierta a sabiendas de que el viento en cuanto nos alejáramos un poco de la costa empezaría a ser molesto.
Eritia se siente bien en esta tierra, forma parte de ella, ella es Eritia, abstraída en su propios pensamientos miraba al Grande situándose en el borde buscando, buscándose, a la izquierda las columnas de Hércules, mi padre, a la derecha mi jardín mi casa Eriteia y camino del Atlas,
Regresé al mundo real cuando una enorme ola salpicó mi cara y mi hijo tiraba del chubasquero para decirme que estábamos dirigiéndonos a la bocana del puerto de Tánger.
Esta vez era una visita especial estaríamos tres días en Larache, una ciudad no incluida en los circuitos turísticos, preparaba yo a mi hijo para lo que iba a vivir, sabía que el choque sería fuerte, abandonaría por unos días la vida cómoda a la que está acostumbrado, a cambio, descubriría que existen otros mundos, otras gentes, otras culturas y algo más…
Primera sorpresa, suena el móvil, en el puerto nos esperaba una persona a la que no conocíamos y con la que solo nos unía una conversación en red a través de una asociación y una llamada de teléfono.
- Llevaré gafas de sol y una gorra marinera azul marino, yo os encontraré.
Trabajaba en un Ministerio de Marruecos, y dejó momentáneamente su trabajo para recibirnos, y buscar a alguien de su confianza que nos llevara en taxi hasta Larache, el arregló todo, el viaje, el importe. Todo. Gracias Sam , en el rico Norte no estamos acostumbrados a tantas atenciones ni tenemos asumido ese concepto de la hospitalidad.
Hassan nuestro chofer y guía tenía su coche brillante, recién lavado, al principio distante, una vez que iniciamos el viaje fue relajándose, al tiempo que nos hablaba de sus costumbres, de su trabajo, de la pobreza en la que vivía su país, nos dio un paseo de una hora para realizar la ruta por la costa y mostrarnos su orgullo de pertenecer a éste país.
Hotel España, Larache. Mediodía. Plaza de España, ahora, Plaza de la Liberación, centro neurálgico de la ciudad, blanca y azul, habitación con balcón a la misma como habíamos pedido. Terrazas llenas de ciudadanos que nos contemplan, auscultan, revisan, se preguntan en definitiva que hacemos allí. También se lo empieza a preguntar mi hijo, el tiempo ha empezado a detenerse.
Decidimos coger el primer ferry de la mañana con destino Tánger, tan solo catorce kilómetros separan dos mundos. Treinta minutos en el estrecho, alternativa de vida para tantos, cambios profundos para otros y emociones garantizadas para todos.
Nos dirigíamos a Larache una pequeña ciudad al norte de Marruecos en la costa atlántica.
La mañana, recién llegada la primavera, aparecía cálida, con un viento del sur suave y buenas condiciones en el estrecho. Dispuesta a realizar parte de la travesía en el exterior me situé en cubierta a sabiendas de que el viento en cuanto nos alejáramos un poco de la costa empezaría a ser molesto.
Eritia se siente bien en esta tierra, forma parte de ella, ella es Eritia, abstraída en su propios pensamientos miraba al Grande situándose en el borde buscando, buscándose, a la izquierda las columnas de Hércules, mi padre, a la derecha mi jardín mi casa Eriteia y camino del Atlas,
Regresé al mundo real cuando una enorme ola salpicó mi cara y mi hijo tiraba del chubasquero para decirme que estábamos dirigiéndonos a la bocana del puerto de Tánger.
Esta vez era una visita especial estaríamos tres días en Larache, una ciudad no incluida en los circuitos turísticos, preparaba yo a mi hijo para lo que iba a vivir, sabía que el choque sería fuerte, abandonaría por unos días la vida cómoda a la que está acostumbrado, a cambio, descubriría que existen otros mundos, otras gentes, otras culturas y algo más…
Primera sorpresa, suena el móvil, en el puerto nos esperaba una persona a la que no conocíamos y con la que solo nos unía una conversación en red a través de una asociación y una llamada de teléfono.
- Llevaré gafas de sol y una gorra marinera azul marino, yo os encontraré.
Trabajaba en un Ministerio de Marruecos, y dejó momentáneamente su trabajo para recibirnos, y buscar a alguien de su confianza que nos llevara en taxi hasta Larache, el arregló todo, el viaje, el importe. Todo. Gracias Sam , en el rico Norte no estamos acostumbrados a tantas atenciones ni tenemos asumido ese concepto de la hospitalidad.
Hassan nuestro chofer y guía tenía su coche brillante, recién lavado, al principio distante, una vez que iniciamos el viaje fue relajándose, al tiempo que nos hablaba de sus costumbres, de su trabajo, de la pobreza en la que vivía su país, nos dio un paseo de una hora para realizar la ruta por la costa y mostrarnos su orgullo de pertenecer a éste país.
Hotel España, Larache. Mediodía. Plaza de España, ahora, Plaza de la Liberación, centro neurálgico de la ciudad, blanca y azul, habitación con balcón a la misma como habíamos pedido. Terrazas llenas de ciudadanos que nos contemplan, auscultan, revisan, se preguntan en definitiva que hacemos allí. También se lo empieza a preguntar mi hijo, el tiempo ha empezado a detenerse.
-Cuantos días dices que vamos a estar aquí? Pregunta
-¿ Y que vamos a hacer todo este tiempo?
El panorama ciertamente no era muy alentador para un chaval de doce años, se sentía nervioso, inseguro, empezó a contemplar la pobreza, protestas.
Buscamos un restaurante que nos habían recomendado, abrieron creo que solo para nosotros, pedimos situarnos en una mesa al lado de una ventana frente al mar, imponente.
Durante la comida, estupenda, mi hijo no pudo más y comenzó a llorar en silencio, ese llanto que te llega al alma porque no conlleva protesta, ni ira, y a mi se me vino el mundo encima, empecé a pensar que me había equivocado.
Acabamos tomando el postre en la terraza de una cafetería más “occidental” para que se sintiera un poco mejor,
- Hummm...... este zumo de naranja es el mejor que he tomado jamás, ¿puedo tomar otro?
Acabamos tomando el postre en la terraza de una cafetería más “occidental” para que se sintiera un poco mejor,
- Hummm...... este zumo de naranja es el mejor que he tomado jamás, ¿puedo tomar otro?
- Ya sabes que tu padre dice que son las mejores naranjas del mundo, claro que puedes Miguel.
En el segundo zumo, el chico que atendía nuestra mesa, ya sabía que mi hijo se llamaba Miguel ,y cada vez que volvimos por allí, que fueron bastantes ya no preguntaba, solo decía “ Zumo de naranja para Miguel”. Es el trato, la cordialidad y una sonrisa la que empieza a obrar el milagro de la confianza, por encima del status, por encima de las diferentes culturas.
En el segundo zumo, el chico que atendía nuestra mesa, ya sabía que mi hijo se llamaba Miguel ,y cada vez que volvimos por allí, que fueron bastantes ya no preguntaba, solo decía “ Zumo de naranja para Miguel”. Es el trato, la cordialidad y una sonrisa la que empieza a obrar el milagro de la confianza, por encima del status, por encima de las diferentes culturas.
Seguira...
Mi querida Eritia: No me extraña que tu hijo recibiera ese choque cultural. Te explicaré que mi padre estaba destinado en Marruecos y mi hermano cuando llegaba a España lloraba porque los encontraba diferentes. Yo viví doce años en Marruecos y aprendí a querer a ese país tan diferente del nuestro y con una hospitalidad increible.
ResponderEliminarEsperaré la continuación de tu escrito.
Mil besos y mil rosas.
que gran historia eritia...la verdad es que tengo entendido que son muy muy hospitarlarios..espero la continuación..un beso...
ResponderEliminarEspero la continuación de ese viaje, tu hijo aprenderá cosas que otros niños ni se imaginan.
ResponderEliminarBesos
No tardes.
ResponderEliminarMe encanta tu mirada.
Venga.
Besos.
Esperando que continues explicando....
ResponderEliminarYo que tambien podria ser su madre lo entiendo, este año pasado fui a Alejandria y el choque de culturas me hizo sentir en algunos momentos fatal...
Pero la foto es bonita, luz , sol ...
Venga Miguel a la espera que aprendas y te sientas bien, saca lo positivo del viaje
Un beso
Toda una experiencia este viaje que narras, seguiré leyendo la segunda parte!
ResponderEliminarBesitos,