Regresaba ya de madrugada al hotel en que se hospedaba, era uno de sus hoteles preferidos, cercano, familiar, no era el mejor en el que se había alojado pero en este se sentía bien, pocas habitaciones sin ruidos y mirando al faro de sus sueños, ese que tan buenos momentos le había dado.
La noche calida de mediados de julio invitaba a realizar el regreso de vuelta por la costa en lugar de acceder a la autopista. La diferencia solo sería de cinco minutos, diez como mucho, no había calculado que esa noche era fiesta en muchos pueblos costeros. Tenía que cruzar uno de ellos para llegar a su alojamiento.
Estaba en fiestas, todo el mundo en la calle moviéndose de un lado a otro y un gran atasco en la vía principal del pueblo que tenía que cruzar. Miraba su entorno, la gente cruzando continuamente entre los coches, chicos y chicas riendo divertidos camino del recinto ferial, todos ellos muy jóvenes y guapos, todo el mundo parecía dirigirse hacia el mismo sitio, personas mayores, niños cogidos en brazos, matrimonios de mediana edad vestidos para la ocasión. El retraso en llegar sería considerable, era imposible avanzar, no conducía, iba de acompañante. Empezaron a surgir los reproches por la decisión tomada, decidió inhibirse y mirar solo mirar a su alrededor.
Parados ante un semáforo cruzó un matrimonio con su hijo de, tal vez, unos ocho años de edad, se quedó mirándolos muy fijamente, Se dirigían en la misma dirección que el resto, pero algo les diferenciaba. Iban muy arreglados la ropa perfectamente planchada el niño entre sus padres agarraba una mano de cada uno, estaba vestido con traje corto de flamenco, antiguo, utilizado muchas veces, chaquetilla negra y pantalón a rayas gris, los padres con corbata y traje él , traje de chaqueta ella, en perfecto estado pero fuera del estilo actual.
No era eso lo importante, lo que le impactó fue su porte, su orgullo al andar, la felicidad que emanaba esa imagen.
Sin poder evitarlo y sin saber porqué se le llenaron los ojos de lágrimas que intentaba reprimir sin conseguirlo, ninguno de los acompañantes que iban en el coche se dió cuenta del hecho.
A la mañana siguiente despertó muy pronto, con lo que después supo había sido un ataque de ansiedad en toda regla, le faltaba el aire, no podía respirar y su corazón galopaba a un ritmo inusual. Duró unos minutos pero le asustó mucho, no sabía qué le estaba pasando. El episodio de la noche anterior vagaba por su cabeza y recordarlo le producía un llanto incontrolado de nuevo.
Había quedado con amigos para pasar el día en la playa, pero su estado de ánimo era malo muy malo y lo peor es que no sabía porqué, no acudir a la cita supondría tener que dar una explicación y no sabía que decir, decidió esforzarse y hacer como si no pasara nada.
Pasó el día como pudo y puesto que no mejoraba sino al contrario anticipó el fin de sus vacaciones y volvió a casa.
Así estuvo durante meses, recordando aquella visión premonitoria que no se iba de su cabeza y llorando cada vez, la aceptó como un símbolo en su vida que no conseguía descifrar.
La noche calida de mediados de julio invitaba a realizar el regreso de vuelta por la costa en lugar de acceder a la autopista. La diferencia solo sería de cinco minutos, diez como mucho, no había calculado que esa noche era fiesta en muchos pueblos costeros. Tenía que cruzar uno de ellos para llegar a su alojamiento.
Estaba en fiestas, todo el mundo en la calle moviéndose de un lado a otro y un gran atasco en la vía principal del pueblo que tenía que cruzar. Miraba su entorno, la gente cruzando continuamente entre los coches, chicos y chicas riendo divertidos camino del recinto ferial, todos ellos muy jóvenes y guapos, todo el mundo parecía dirigirse hacia el mismo sitio, personas mayores, niños cogidos en brazos, matrimonios de mediana edad vestidos para la ocasión. El retraso en llegar sería considerable, era imposible avanzar, no conducía, iba de acompañante. Empezaron a surgir los reproches por la decisión tomada, decidió inhibirse y mirar solo mirar a su alrededor.
Parados ante un semáforo cruzó un matrimonio con su hijo de, tal vez, unos ocho años de edad, se quedó mirándolos muy fijamente, Se dirigían en la misma dirección que el resto, pero algo les diferenciaba. Iban muy arreglados la ropa perfectamente planchada el niño entre sus padres agarraba una mano de cada uno, estaba vestido con traje corto de flamenco, antiguo, utilizado muchas veces, chaquetilla negra y pantalón a rayas gris, los padres con corbata y traje él , traje de chaqueta ella, en perfecto estado pero fuera del estilo actual.
No era eso lo importante, lo que le impactó fue su porte, su orgullo al andar, la felicidad que emanaba esa imagen.
Sin poder evitarlo y sin saber porqué se le llenaron los ojos de lágrimas que intentaba reprimir sin conseguirlo, ninguno de los acompañantes que iban en el coche se dió cuenta del hecho.
A la mañana siguiente despertó muy pronto, con lo que después supo había sido un ataque de ansiedad en toda regla, le faltaba el aire, no podía respirar y su corazón galopaba a un ritmo inusual. Duró unos minutos pero le asustó mucho, no sabía qué le estaba pasando. El episodio de la noche anterior vagaba por su cabeza y recordarlo le producía un llanto incontrolado de nuevo.
Había quedado con amigos para pasar el día en la playa, pero su estado de ánimo era malo muy malo y lo peor es que no sabía porqué, no acudir a la cita supondría tener que dar una explicación y no sabía que decir, decidió esforzarse y hacer como si no pasara nada.
Pasó el día como pudo y puesto que no mejoraba sino al contrario anticipó el fin de sus vacaciones y volvió a casa.
Así estuvo durante meses, recordando aquella visión premonitoria que no se iba de su cabeza y llorando cada vez, la aceptó como un símbolo en su vida que no conseguía descifrar.
La tristeza se fue apoderando de su persona e introduciéndole en un pozo sin fondo, empezaron a surgir preguntas en su cerebro para las que no encontraba respuesta, las hizo también a su entorno más cercano que o no quisieron responder o no pudieron.
Empezó a perder la concentración y cayó en el abandono, de su trabajo, de si mismo.
¿Porqué, porqué?, culpa, rabia, odio, indignación, rencor y tristeza sobre todo tristeza, esa era su vida.
Primero pidió ayuda a sus cercanos, los únicos que le podían ayudar, no quisieron dársela o no supieron tal vez, vivir con alguien en ese estado es difícil, sí, es comprensible interrumpe sus propios estados de felicidad.
Más tarde acudió a pedir ayuda médica, diagnostico: depresión severa post-traumática,
Al principio confió en que la terapia podría ayudar, pero en una de las conversaciones con su psiquiatra, osó hablarle de sus pensamientos mas profundos y entonces sentado al otro lado de la mesa, comprobó como en su historial, empezaron a aparecer, palabras tales como trastornos severos de la personalidad, posible estadio de esquizofrenia…etc.
Inmediatamente cambio el curso de la conversación aunque ya era tarde, le recetaron un montón de medicamentos y le pidieron el teléfono de sus familiares más cercanos, tuvo la serenidad suficiente para aceptarlos sumisamente y entregar un número de teléfono de la familia, lúcidamente dio su número, uno que nadie conocía yél mismo sería a su vez su familia en caso de que llamaran.
Cuando se produjo la llamada que él mismo contestó le pidieron que se asegurara de que el enfermo tomaba todos los medicamentos y las dosis administradas y que inmediatamente acudieran a un centro de urgencias en caso de que se produjera una situación fuera de la normalidad.
Ahora ha aprendido a callar, no expresa lo que piensa ni exterioriza sus sentimientos, se autocontrola con esfuerzo y conoce cuando van a llegar sus crisis, de noche cuando se despierta aprovecha el sueño de los demás para escribir y luego esconder lo que escribe,
Sigue trabajando pero de vez en cuando necesita escaparse a tomar el aire, para no ahogarse, mira a los ojos de sus cercanos y sin que ellos se den cuenta, les habla en silencio, es capaz de identificar solo con la mirada a las personas. Tiene tanta habilidad que con solo mirar a los ojos de alguien lo clasifica, le gustaría equivocarse pero no, no se equivoca.
Nunca tomó ninguno de los medicamentos asignados, cuando ve llegar una crisis toma un relajante y alguna píldora de la felicidad, aunque en las estadísticas farmacológicas figurará con un índice de eficacia de los mismos muy alto, solo tiene miedo a dos cosas, el dolor y los gritos amenazantes, que a veces utilizan para controlar su descontrol.
El origen de su mal era debido a una personalidad débil y falta de voluntad, afirmaron, de ahí le venía su enfermedad y así debía ser, los que sabían más que él no tenían duda así lo definieron.
Ahora, según dicen los demás está mucho mejor, está controlado, dá lo mismo que recibe, escucha y calla y espera espera….sufre mucho pero eso no es importante. Echa de menos sentir, los olores, la tierra mojada, una puesta de sol, o la caricia de la lluvia en su cara, sentir el amor de nuevo…aunque ya es tarde. Perdió muchas de sus capacidades. A cambio puede ensimismarse en sus pensamientos y vivir mil y una historias para las que antes no estaba preparado.
Acude puntualmente a su cita marcada para la terapía y con una gran sonrisa le dicen" ves, todo ahora va bien".
Reprime la sonrisa, es mejor así, es cierto todo está bien.
De vez en cuando recuerda aquella escena familiar de una noche de verano con lágrimas en sus ojos y ya no es capaz de saber si en verdad existió o fue fruto de su imaginación.
Un bonito relato que te deja reflexionando sobre esos estados de inseguridad, esos miedos que padecemos a veces y nos hacen sentir mal. UN texto introspedctivo y lleno de belleza interior.
ResponderEliminarBesos!
Esa familia debía representar lo que le hubiera gustado que fuera la suya.
ResponderEliminarCuando nos sentimos infelices es muy duro ver pasar a la felicidad por delante nuestro y saber que jamás podremos alcanzarla.
Besos.
La imagen de la familia... el clima externo... el clima interno...toda una experiencia de busquedas y preguntas sin responder... Es comun, tristemente, que la incomprension y el vacio de los "expertos" nos rodee... las busquewdas deben seguir y las preguntas buscan repsuestas, quiza no las encuentren... pero la busqueda vale la pena.
ResponderEliminarBesos.
Menudo relato, describes una situación difícil y dura. Escribes muy bien y tu historia me ha llegado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi querida Eritia: Es un gran relato lleno de sensibilidad. Es difícil plasmar esos sentimientos tan íntimos y has sabido hacerlo con maestría.
ResponderEliminarNo sé si es deformación de psicóloga pero ...¿sabes? creo que él se vio asi mismo de pequeño. Aparecieron esas imágenes que él tenía ocultas no sé por qué razón y no estaba preparado para asimilarlas desencadenando problemas no resueltos pero volviendo a tu escrito, me ha encantado.
Mil besos y mil rosas.
Es un relato tan sensible como triste que nos muestra el dramatismo por el que pasan muchas personas..me gustó como lo contaste..un beso...
ResponderEliminarQue relato tan intenso y lleno de sentimientos el que has escrito hoy. Triste tener que vivir así, sin poder manifestar lo que realmente se piensa o se siente.
ResponderEliminarBesitos,
Las dudas, las inseguridades y como no, las comparaciones a veces duermen, otras no tenemos sino que dejarnos llevar por los estímulos.. todo aquello que no fue, todo lo que fue y se perdió por el camino, todo lo que no sabemos si volverá y en medio, la duda o la deuda consigo mismo. Me ha parecido fantástico el relato y te felicito. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola Eritia!
ResponderEliminarUn relato interesantisimo.
Saludos de J.M. Ojeda.
Buen fin de Semana
Hola vengo a darte las gracias por tu comentario..desde luego el video no tiene desperdicio..un abrazo y feliz semana...
ResponderEliminarHola Eritia, me ha encantado el relato.Describe muy bien los sentimientos...
ResponderEliminarGracias por tus palabras de animo en mi blog, te lo agradezco es reconfortante.
Un abrazo